lunes, 12 de diciembre de 2011

Poema XIV de El corazón, la nada de Eduardo Moga


Te esperaba en el alambre del día, comiendo latidos, sofocando el grito de los huesos. A veces, sin embargo, cuando las poleas levantaban relámpagos y la noche sabía a almacén, callaba. Recordaba entonces las cosas pequeñas: la luna húmeda que encendía nuestros pasos junto al muelle o las palmeras amarillas de Tozeur o aquel lento cometa, sobre los montes caudalosos, a cuyo paso imaginamos la vejez. Te esperaba, deshabitado, acariciando el tiempo.

Ahora que se ha endurecido tu imagen, no sé dónde guardas el pan, dónde los quicios, las rodillas familiares, los ídolos de tu olor; he olvidado cuándo regresarán tus manos. Aquí, mientras tanto, ascensores, transeúntes, horas que escupen lágrimas.

Te esperaba. Hablábamos de cosas sencillas. E ingería la ropa, los pezones, tu mínima tos. Después salíamos a cenar como si nos hubiera amenazado un ángel.

3 comentarios:

  1. Soy UnAngel, y puedo asegurar que nunca he amenazado a nadie.

    Si acaso he enlazado con miradas y empujado con sonrisas para desequilibrar sentidos que andan por el filo de mis versos.

    Y hoy mis pasos me han dejado junto a tu ventana, en cuyo alfeizar me recuesto a contemplar la belleza de tu blog.

    Un beso.

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  2. Qué agradable sorpresa! Me ha visitado un ángel y ha elogiado mi pequeña obra, que no es más que la obra de otros para que el mundo la disfrute. Gracias Angel, me hiciste feliz la mañana.

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  3. Yo, los demás, no podemos hacerte feliz. La felicidad está ya en ti, en lo que haces y en cómo lo haces; es tu propia forma de ver la vida y de hacer tu vida. Si acaso yo sólo la he ayudado hoy a salir, pero ya estaba ahí. Siempre está ahí.

    Un beso.

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