martes, 8 de junio de 2010

Poema de Aurora Reyes


Ciego pie de tiniebla, vacilante,

avanza en el desierto de mi pecho.

Seguramente es el infierno.

Aquí dentro, convulso,

desbordando metales por mis ojos abiertos,

levantando mareas de veneno,

girando mariposas de cal y de ceniza;

frías caricias lentas estrellando mis huesos.

No sé si será el grito anudado al origen

que ha crecido gigante y le ha trascendido,

no sé si aquella niña en asombro que llevo

o una fotografía de lo que nunca he sido.

El ángel de la ausencia preside la agonía.

Tal vez sean los árboles que viven en mi sangre,

o colores inéditos,

o voces que no quieren apagarse conmigo.

Si hubiera luz, ascendería.

Mano de sombra danza por mi frente

más allá de la sed y del sueño.

Me protege un paisaje de pájaros inmóviles.

Si supiera tu nombre... ¡te llamaría silencio!

Cruzan desnudos ríos inconcretos,

pasos de arena fina, sal quebrada.

Me protege una cifra solitaria y geométrica

Si mirara tu rostro... ¡te llamaría distancia!

Seguramente esto es el infierno:

en muda dimensión desconocida

una sombra cayendo en pozo negro.

Si pudiera decir palabra limpia

de amor o de miseria, de olvido o de recuerdo.

Si pudiera sentir sobre mis párpados

mirada pura, voz indudable, firme transparencia,

sobre mi sien amarga...¡Qué ala tendería!

Y pronunciar tu nombre impronunciable,

circundar tu inasible firmamento.

Imagen desolada del abismo,

sólo soy una forma sin espejo.

2 comentarios:

  1. SOL AMARGO
    poema de OSCAR PORTELA

    (a JOSÉ LUIS DASILVA NAVÍA
    por su poesía y por la poesía)

    Tú, sol que has crucificado mis sueños,
    incandescente que has cegado mis ojos
    con el ansia temprana de la muerte,
    aquí, en esta tierra de terror y de espanto
    que me empuja al gran vacío de la nada.

    No hay moradas aquí, sino el desguarnecimiento
    al que me has condenado,
    yo que vi con el ojo del cíclope
    el mar azul girar en las cinturas
    de los elfos, y que encantado presenté
    alabanzas al origen de la desnudez y la osadía,
    ay, blancas cenizas hablan hoy por mí,
    me llaman pronunciando mi nombre, en tu nombre,
    oh sol que no puedes morir, porque eres la muerte
    con que pagué los dones que la gracia infinita
    quiso poner sobre mis hombros,
    y sin embargo el vértigo, aún sacude en mí,
    las albas del deseo, los frutos del azar
    que por la noche caen sin esperar ya nada,
    yo escuchándolos, rígido, sin ver, con los
    ojos velados, y con las frías manos, esclavas
    de una aurora anterior a mi y a ti, o sol,
    feroz coreuta de un verano sin pausas,
    que enloquece al mortal con el rigor amargo
    de la heredad perdida.

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  2. Fue una agradable sorpresa tu comentario. Me dejaste un poema realmente bello, por eso me tomé el atrevimiento de publicarlo con la biografía de su autor. Muchas gracias. Un saludo. Melan.

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