miércoles, 30 de marzo de 2011

Porque son niña tus ojos de Gustavo Adolfo Bécquer




Porque son niña tus ojos,

verdes como el mar te quejas;

verdes los tienen las náyades,

verdes los tuvo Minerva,

y verdes son las pupilas

de las hurís del Profeta.



El verde es gala y ornato

del bosque en la primavera.

Entre sus siete colores

brillante el Iris lo ostenta.

Las esmeraldas son verdes,

verde el color del que espera

y las ondas del Océano

y el laurel de los poetas.



Es tu mejilla temprana

rosa de escarcha cubierta,

en que el carmín de los pétalos

se ve al través de las perlas.

Y sin embargo,

sé que te quejas,

porque tus ojos

crees que la afean:

pues no lo creas.



Que parecen sus pupilas,

húmedas, verdes e inquietas,

tempranas hojas de almendro

que al soplo del aire tiemblan.

Es tu boca de rubíes

purpúrea granada abierta

que en el estío convida

a apagar la sed con ella.



Y sin embargo,

sé que te quejas

porque tus ojos

crees que la afean:

pues no lo creas.

Que parecen, si enojada

tus pupilas centellean,

las olas del mar que rompen

en las cantábricas peñas.



Es tu frente que corona

crespo el oro en ancha trenza,

nevada cumbre en que el día

su postrera luz refleja.

Y sin embargo,

sé que te quejas

porque tus ojos

crees que la afean:

pues no lo creas.



Que, entre las rubias pestañas,

junto a las sienes, semejan

broches de esmeralda y oro

que un blanco armiño sujetan.

Porque son, niña, tus ojos

verdes como el mar te quejas;

quizás si negros o azules

se tornasen lo sintieras.

Autorretrato de Delia Dominguez



Soy como los animales:

presiento la desgracia en el aire

y no duermo sobre arenas movedizas.

Arriba siempre el viento

-desde el tiempo de los pañales mojados-

raspando la solidez de los cartílagos

mientras alguien

con mano sosegada escribe en mi cuaderno

cortas palabras de tristeza.



Soy como los animales:

sé pisar en la oscuridad, y

desde el fin del mundo,

podría volver con los ojos vendados

a mi vieja casa en las colinas.



Los años cortan

agazapados por dentro,

pero se desvanece el miedo a estas alturas

y una opalina

filtra su luz en el salón del piano

donde danzan mis muertos con su sombra.



Soy como los animales de narices mojadas:

olfateo en el cielo

la carga de la tormenta eléctrica

y desconfío de pasos que no conozco.



Soy como los animales:

siento que empiezo la vuelta a mi tierra de origen...



¡Cristo sabrá por qué!

lunes, 28 de marzo de 2011

Íntima de Elías Nandino


Estás en mí, como latido ardiente,

en mis redes de nervios temblorosos,

en mis vetas de instintos borrascosos,

en los mares de insomnios de mi frente.



Estás fuera de mí, como corriente

de voces imprecisas, de sollozos,

de filos de secretos tenebrosos.

de roces de caricia inexistente.



Me cubres y me encubres, sin dejarme

un espacio de ser sin tu presencia

un átomo sin linfa de tu aliento.



Estás en mí, tocándote al tocarme,

y palpita la llama de tu esencia

hasta en la entraña de mi pensamiento.

domingo, 27 de marzo de 2011

Andre Cruchaga - A contraluz





bajo un amplio cielo gris…

Charles Baudelaire







Bebo los latidos de la ceniza

En el velorio de los sueños

Roto póstumo

Deshaciendo oráculos

Destruyendo arcos

Subastando lágrimas

Bronces desvaídos

Anillos como gargantas

Nunca fueron hechos los sueños

Sin paciencia

Sin ríos

Sin espigas

Nunca faltó un grano de luz

Un mar de golpes cubriendo la vida

Bebiendo hasta en boca

Ajena

La sangre



Nunca para levantar un alma

Faltaron cuerpos

Hoy lo sé cuando ellos

Construyen el silencio

Y desnudan la tierra

En pleno sol



Nunca para vivir

Ha dejado de congregarse

La muerte todos los días

Con su pañuelo de palpitante río



Nunca he dejado de caminar sin tregua

Sin fuego

Sobre un horizonte de rieles

De peces y pasmos

Y huellas



Nunca dejé de sentir ecos

Paleolíticos

En la osamenta insomne de las esferas



Salvo el frío del grito



Salvo las piedras hondas del vacío…
 
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Fuente . Suscripción a Poemas del Alma
 La imagen que ilustra la entrada pertenece al artista plástico Leonid Afremov
 
Melan

sábado, 19 de marzo de 2011

Y QUE HAYA CUERPOS de Adriana Díaz Enciso



Y Que Haya Cuerpos...


Y que haya cuerpos. Vivos, abiertos yacientes y ávidos aún entre la bruma de la melancolía. Que haya siempre cuerpos, en habitaciones suaves que respiren, en calles arboladas y entre flores. Cuerpos capaces del desnudo completo, limpio, perfecto. Manos con ganas de viajar por los cuerpos. Labios que húmedos se comuniquen las últimas noticias de la espera. Húmedos cuerpos que respiren y duerman en calma profundísima junto al deseo que duerme, y que en el deseo despierten y se muevan suaves en la oscuridad lo mismo que en la más clara luz.



Que ya la soledad deje de ponerle candados a los cuerpos y el frío no nos reseque más la piel y las ganas y la entrega fragilísima.



Que no quede nadie ignorante de su cuerpo, con el vacío en el alma y la amargura de la piel intacta en la mirada. Que nadie se confunda ni confunda la vida con su ansia oculta, insatisfecha del amante.



Que no quede un solo cuerpo indigno del amor, ni un solo freno para el cuerpo amoroso y su bellísimo despliegue de sombras en vaivén.



Y que pueda yo andar con mi cuerpo por la calle, y nada en mí ni en mi ropaje me oculte con mi cuerpo para nadie, y que nadie se sorprenda ni se ensucie ni se ofenda por mí, por mi orgullo de mi cuerpo ni por mi andar de entrega. Que podamos andar y rozarnos al andar en el silencio, brazo con brazo y con mirada.



Que haya cuerpos, que las tristezas caigan rodeando nuestro abrazo como un mar oscuro que protege. Que el dolor de estar vivo no nos duela en el cuerpo. Que esta sorpresa de criaturas sobre el mundo sea luminosidad de azoro en las miradas de cara hacia la vida, de frente a nuestros cuerpos, y que sea inmenso y amoroso el beso que nos salve del miedo espeluznante ante la muerte.

CIEN SONETOS DE AMOR - SONETO V de Pablo Neruda



No te toque la noche ni el aire ni la aurora,

sólo la tierra, la virtud de los racimos,

las manzanas que crecen oyendo el agua pura,

el barro y las resinas de tu país fragante.



Desde Quinchamalí donde hicieron tus ojos

hasta tus pies creados para mí en la Frontera

eres la greda oscura que conozco:

en tus caderas toco de nuevo todo el trigo.



Tal vez tú no sabías, araucana,

que cuando antes de amarte me olvidé de tus besos

mi corazón quedó recordando tu boca,



y fui como un herido por las calles

hasta que comprendí que había encontrado,

amor, mi territorio de besos y volcanes.

jueves, 17 de marzo de 2011

Ábrete Sexo y otros poemas de Ana Istaru



Ábrete sexo

como una flor que accede,

descorre las aldabas de tu ermita,

deja escapar

al nadador transido,

desiste, no retengas

sus frágiles cabriolas,

ábrete con arrojo,

como un balcón que emerge

y ostenta sobre el aire sus geranios.

Desenfunda,

oh poza de penumbra, tu misterio.

No detengas su viaje al navegante.

No importa que su adiós

te hiera como cierzo,

como rayo de hielo que en la pelvis

aloja sus astillas.

Ábrete sexo,

hazte cascada,

olvida tu tristeza.

Deja partir al niño

que vive en tu entresueño.

Abre gallardamente

tus cálidas compuertas

a este copo de mieles,

a este animal que tiembla

como un jirón de viento,

a este fruto rugoso

que va a hundirse en la luz con arrebato,

a buscar como un ciervo con los ojos cerrados

los pezones del aire, los dos senos del día.
 
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Despedida



Te irás del sótano

salino de mi carne.

Ya no estaremos nunca tan cerca como ahora.

Yo seguiré cantando mi gravedad marina,

domeñando el rugido de tierra de tu parto

hasta llenar la estancia tan alba del vacío

con tu ser deslumbrante.

Ese cordel de sangre del centro de tu talle

lo cortarán.

Jamás serás de nuevo mi cometa secreto,

el capullo de rafia,

el cosmonauta asido a mi matriz.

Cortarán ese lazo de savia sin regreso

y llevarás por tanto mi nombre sobre el vientre

como un botón rosado,

allí donde mi amor

no pudo más e imprime

su cóncavo dedal de despedida.

Ya no estaremos juntos como juntos estamos,

atados como liquen. Vas a nacer. Por siempre

soy tu animal materno.

Donde quiera que vaya la hoguera de tus pasos

tenderé una señal,

un eslabón de viento,

un trazo que nos ate más allá de la tierra,

un dibujo invisible que nada lo lacere.

Un rayo interminable donde mi amor transite

y viaje de mis senos a tu boca candente.

Un rayo que yo pueda ponerme entre los labios

cuando su azul letargo me tienda al fin la muerte.



De "Verbo madre" 1995

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Yo, la hembra fiera



Yo, la marsupial,

la roedora,

la que no tiene tregua,

la que ha juntado ramas,

la que escoge las hierbas con las zarpas heridas,

la que gasta los cobres de su lengua

para fraguar el nido

y está midiendo el viento,

y acapara el lado oculto

de todas las colmenas,

la que atina a mirar los trajes de la luna

y quiere desovar,



la que fue fecundada

con un polen antiguo

y está que la revienta

la gloria de la estirpe,

n la que tan sólo espero un signo de los astros

para tirarme

con un rugido ronco a dar a luz,



yo, la hembra fiera,

la traidora,

la taimada,

la que a la muerte ha echado

a perder

su cacería.



De "Verbo madre" 1995
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Reseña biográfica







Poeta y actriz costarricense nacida en San José en 1960.


Guiada por sus padres, inició muy joven la carrera literaria publicando su primer libro de poemas a los quince años.


Junto a Eunice Odio y a Carmen Naranjo, es considerada como una de las figuras más prominentes del panorama


literario de su país, con reconocimientos internacionales como los premios españoles María Teresa de León para


autoras dramáticas en 1995 y el premio Hermanos Machado de Teatro en 1999. En 1990 le concedieron la beca de


creación artística de la Fundación Guggenheim.


De su obra poética se destacan: Palabra nueva en 1975, Poemas para un día cualquiera en 1977, Poemas abiertos


y otros amaneceres en 1980, La estación de fiebre y otros amaneceres en 1983, La muerte y otros efímeros agravios


en 1988, Verbo madre en 1995 y Poesía escogida en 2002.

Melan