domingo, 19 de junio de 2011

A Brazo Partido y otros poemas de José Albi




A Brazo Partido


Llevo en los huesos tanto amor metido

que sólo en carne viva y a bandazos,

voy capeando el mar de estos dos brazos

entre los que me encuentro sometido.

No, no basta gritar, tomar partido,

morir hasta caerse uno a pedazos;

hay que hundir a caricias y a zarpazos

tu corazón, tu corazón vencido.



Quiero daros la vida que me sobra,

y este amor que me arranca de los huesos.

Vuestro mi corazón, vuestra mi obra



de compartir lo vuestro y nuestro y mío,

consumidos en cólera y en besos.

Sólo a mi amor vuestro dolor confío.


- - - * - - -


Amor lejano



Abro, de par en par, el viento, la ventana

y te contemplo, amor, voy contemplando todo lo que fue mío:

los almendros alegres todavía,

y el mar en los almendros, la luz en los almendros,

y más mar todavía allá a lo lejos.

Quizá piense en tu piel,

quizá vaya pasando la mano por la corteza de los pinos,

quizá los años vayan cayendo como las gotas del grifo;

quizá los siglos.

Y quizá todavía te tenga entre los brazos,

como ayer, como siempre.



¿Oyes los montes? Puede que canten.

Puede que se derrumben,

que se acuerden de ti, que te nombren,

que inventen la palabra burbujeantes, nueva, '

como el agua de los neveros despeñándose,

como mi voz en medio de la noche.

-¿Duermes, amor?

No me contesta nadie. Sé que duermes.

Bernia, como un gran perro bajo la luna,

se acurruca a mis pies.

Oigo su palpitar estremecido.

Ifach, allá a lo lejos, se nos hunde en el mar,

golpea las estrellas con su silencio.

Más cerca, las luces chiquitinas, lentas y fieles de Guadalest.

vuelvo a rozar tu sueño

tu piel con luna,

los dos ríos lejanos de tus piernas.

Tú, montaña también, valle dormido,

mar toda tú.

-¿Duermes, amor?

Gotea el grifo, ladra un perro

infinito, remoto como la eternidad.

Voy a ciegas, tanteo las paredes

y los acantilados y los vientos.

Te amé, te estoy amando, te estoy llamando.

Sólo un eco de piedra me contesta:

Aytana, Chortá, Bernia...

La casa está vacía.

El silencio respira aquí, a mi lado.

- - - * - - -


Definitiva soledad



¿Oyes el mar?

Eternamente estaremos escuchándolo.

Lo llevaremos dentro como la sangre, como la paz

como te llevo a ti misma.

Todo, todo irá acabando: la tristeza, la vida,

la soledad tan grande en que me has dejado.

Sólo el mar, amor mío, el mar sigue existiendo.

Me asomo: lo contemplo desde esta tarde lenta,

desde esta fría y herrumbrosa baranda

adonde no te asomas.



Amor, no estás conmigo. ¿Ves el silencio en torno?

Baja como las olas,

me roza como el río de tu piel,

se aleja para siempre.

Tú, mar, eterno mar de mi sueño,

sueño ya tú, lejana, irremediable.



El viento te acaricia. Yo soy el viento.

Pero estoy solo.

Y tú, tú estás lejana.

Sólo el mar te recuerda, te vive, te arrebata.

Siento tus labios, que es sentirte entera;

siento tu carne, calladamente mía.

Mis manos en el aire te dan vida,

y la playa, ya inútil sin tu huella,

deshabitada y torpe se aleja como el día.

Sólo la tarde existe;

existe y va muriendo. Unos dedos de espuma

me agitan los cabellos;

unas hojas doradas por el sol van cayendo.

Quizá son tus palabras,

quizá el cerco ya inútil de tus brazos.



Escucha, amor, te voy nombrando

como te nombra el mar. Algún abismo

se quiebra no sé dónde, y este mar que respiro

no es el mío

con capiteles rotos y con mirto.

Es tu terrible mar, tu ecuatoriana selva,

como tú, tormentosa; como tú, quieta, insospechada, dulce,

y otra vez angustiosa y arrebatada. Amor,

me vas muriendo. Este mar que era nuestro

me mira indiferente. Quisiera levantarme

como un viento tremendo

y sacudir las velas, descerrajar los brazos,

morirme a chorros.

Pero sólo el silencio. Yo, acodado en en el aire,

contemplo tu recuerdo.

No hay más que arena.

La ciudad, a lo lejos, se desdibuja.

Es un humo borroso como el olvido.

Ahora estiro los brazos y te busco.

Aquí están nuestras rocas. El mar se mira en ellas;

también te busca.

Una estrella de mar va acariciando mi sombra:

mi sombra que, sin la tuya, no es más que un pozo seco.

Esta tarde es como media vida: la media que me falta.

La que tú te has llevado.

No, no has venido.

Eternamente no vendrás. Caerán constelaciones,

se hundirán montes, siglos, tempestades,

y no vendrás. Y yo estaré mirando

lo que nos une todavía: el mar.

Un buque remotísimo buscará el horizonte;

pasará una pescador con sus cañas al hombro.

Sólo tú no vendrás.

No vendrás nunca.

- - - * - - -

Soneto de la ausencia



¿Me oyes, amor? Hay un fragor de trenes,

o quizá de batanes o de espigas

que te aleja de mí. No, no me digas

que te irás para siempre. Los andenes



se despoblaron. Yo, regreso. Penes

por donde penes, corazón, no sigas,

no te sigas marchando. Más fatigas

y más amor perdido si no vienes.



Ay, dolor, que yo sé lo que me pasa.

Que mi casa sin ti ya no es mi casa,

y el aire ni respira ni madura.



Que estás dentro de mí, pero no basta

aunque te lleve hasta los huesos, hasta

la misma pena que hasta ti me dura.





Reseña biográfica







Poeta, novelista y traductor español nacido en Valencia en 1922.


Estudió Derecho en su ciudad natal y Filosofía y Letras en Zaragoza, doctorándose en la Universidad de Madrid.


Fundador y director de Cuadernos literarios y Verbo, del anuario de Poesía española Anupe, y autor de una


Antología del surrealismo español. Ha sido además Crítico de poesía y de arte, conferencista y viajero infatigable.


Sus poesías han sido traducidas al francés, inglés, alemán, y al hebreo moderno, e incorporadas a diversas antologías


españolas, europeas y sudamericanas.


Obtuvo el premio Gabriel Miró por su novela El silencio de Dios, el premio Valencia de Literatura por Odisea 77 en 1977,


y en 1978 el premio Miguel Ángel de Argumosa por Elegía atlántica. Entre sus publicaciones poéticas merecen destacarse:


Poemas del amor de siempre, Septiembre en Paris, Bajo palabra de amor, Elegías apasionadas, Piedra viva, Elegía atlántica


en 1978, Javea o el gozo en 1992 y Esfinges en el año 2000. ©

Fuente. A media voz.com

Melan




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