domingo, 3 de julio de 2011

Quemadura de Luz de Mayamérica Cortez





Hay un sueño mío que se me está yendo

de las manos como gaviotas en el océano.

Hay un adiós que remonta las montañas

de tu mundo desvanecido en neblinas

pintando el paisaje de una soledad inhabitada

de una soledad que se quedó huésped permanente

de mis patios y balcones

de mis fuentes y grutas.

Una soledad habitante de los límites

del torogoz y el cenzontle.



¿Por qué no fuí generosa con la luna

para besarte mucho bajo su luz de aquélla noche?

¿Quién amarró mis manos para acariciar tus cabellos

cuando tu cabeza se apoyó en mi cuello

buscando el remanso de tus inquietudes?



¡Ah, niño de mirada triste en tus grandes ojos negros!

¡Qué fortuna daría por regresar a ese instante!

Regresar para hacer morada en tu regazo.

Regresar para que siembres tu semilla

en mi tierra fértil y mineral

y que haya clavicordios sonando en la iglesia temprana

de una mañana interminable detrás del campanario

y rebote su sonido en la plaza y las colinas.

Regresar... al torogoz de la cañada

y el zenzontle de las montañas...

¡Regresar... y sin embargo no me fui nunca!



¡Ah, dulce quemadura del Amor!

Hoguera trepidante que devora mi bosque azul y umbrío

carbones rojos y candentes que deshacen un calendario

de preguntas y caminares del atardecer

caminares sin retorno

fuego que soy y que el viento azota

para alcanzarte y consumirte.



Y es este dolor gozoso, lastimadura de luz

penetrando sin tregua hasta mis huesos

que se hace voz de cigarra entonando su canto hondo y triste

en la perennidad de su llanto.

¡Ay Amor, Amor! ¡Por qué se detuvieron tus ojos en mis ojos!

¡Por qué se anclaron tus pupilas en un instante de eternidad!

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