jueves, 25 de noviembre de 2010

Música



Este blog está musicalizado en piano por el artista argentino Sebastián Forster interpretando sonatas de Beethoven.




Un joven pianista argentino que triunfa en todo el mundo







Sebastián Forster




Conocimos al pianista Sebastián Forster hace pocos días en el concierto que dio para el I Festival de Piano “Blanco y Negro Buenos Aires”, que se está realizando en el Centro Cultural Borges. Nos quedamos tan maravillados con su talento que decidimos entrevistarlo para que conozcan a un hombre de apenas 29 años que, a través de su música, se convirtió en un verdadero embajador de La Argentina en el mundo.






Se nota a la legua que Sebastián Forster es una persona sensible. De chico prefería entrar a las casas de música a jugar con un piano que organizar un partido de fútbol. Actualmente, es considerado uno de los pianistas más destacados de la nueva generación y forma parte de los artistas representados por Columbia Artists Management, Inc. Además, Laurentius Dinca, Concert Master de la Orquesta Filarmónica de Berlín, lo ha invitado como solista, para una gira por Europa y Asia en la temporada 2004 / 2005, junto a los 12 virtuosos de la Orquesta Filarmónica de Berlín.






Sebastián tiene apenas 29 años y una carrera internacional que abruma. A él elogia la prensa de todo el mundo y los críticos y músicos internacionales lo consideran uno de los pianistas más destacados de la nueva generación: "Después de Martha Argerich, Daniel Barenboim, y Bruno Gelber, la nueva generación de pianistas argentinos es Sebastian Forster" fue el comentario del pianista internacional Nelson Goerner al diario La Nación.


Al preguntarle sobre sus cortos 29 años nos explica: “Comparado con otros pianistas soy un recién nacido. En general es un ambiente donde cada escalón te lleva mucho tiempo y esfuerzo y se gana gota a gota. Así que si, es verdad, te diría que estoy en una etapa media o inicial. Además, la carrera pianística es la vida. Es como el vino que se va añejando con los años. Con lo cual, estoy re pequeño”. El hecho de ser tan joven también hizo que su carrera fuera muy solitaria ya que no tenía pares de su edad: “mis pares eran músicos de 40 o 50 años”.






Está casado hace tres años con Verónica Díaz Ortiz y tienen un hijo de un año y dos meses que se llama Santiago. “Es la luz de mi vida. Le acabamos de sacar la visa y se viene con nosotros a New York” (ya que se presentará en el Carnegie Hall de ese país)






Las primeras melodías


“Como mis padres no son músicos, tuvieron que ir buscando qué hacer con un chico que, a los cinco años, les decía: ‘me gusta el fútbol, pero en realidad prefiero pasar por una casa de pianos y quedarme jugando con un piano’. Pero si bien ellos no eran artistas, sus personalidades escapaban un poco al sistema en cuanto a su forma de ser. Por eso creo que no es casualidad que me haya agarrado por el piano. Siempre me apoyaron”.


El primer contacto de Sebastián con la música fue “a los 4 años en el Collegium Musicum, una especie de jardín de infantes donde las maestras te hacían armar rompecabezas con negras, blancas, corcheas y claves de sol gigantes. Para mi fue lo mejor que pudieron haber hecho porque no me pusieron con un maestro súper formal y distante que me podría haber inhibido, sino que empecé jugando. Cuando ese colegio me quedó chico, empecé en el Conservatorio Beethoven a los 10 años”.






Empezó a tomar clases con Klaus Kavijolsky, “que me dio toda una parte intuitiva muy fuerte ya que él ponía el acento en la espontaneidad. Después, todo el mundo coincidía que “el” maestro en la Argentina era Aldo Antognazzi. Aldo fue mi gran formador. Fue quien me armó técnicamente y musicalmente. Pero me dijo que tenía que completar esos estudios con toda la parte teórica. Y tuve la suerte de encontrar acá una gran profesora que se llama Fermina Casanova quien me dio toda una estructura técnica teórica fundamental”. Forster afirma que un gran maestro no es el que te impone su personalidad sino el que desarrolla la tuya. “Y esa es, para mí, la definición de Aldo. Con él estudié desde el año 91 (tenía 16 años) hasta el 98. Después me fui a Budapest”.






El gran trampolín al mundo


El quiebre en su carrera fue, a los 19 años, cuando ganó el premio del 11º Concurso Argentino de Música, organizado por la Fundación Banco Mayo. Sebastián recuerda que el jurado estaba formado por los principales críticos de música de los medios más importantes de Argentina. “Entonces fui como un pollo de ellos. La crítica me acompañó en toda mi carrera de una manera fantástica. Para mí fue un espaldarazo grande”.


Con esa carta de presentación, dos años después fue elegido entre tres mil participantes para dar un concierto en el auditorio de la Texas Christian University, en Forth Worth.


Su interpretación atrajo la atención de maestros holandeses, quienes lo invitaron a tocar el Concierto Nº 23 para Piano de Mozart, en la sala principal del Concertgebouw de Ámsterdam (que sería como el teatro Colón en Ámsterdam). “Después de ese concierto en Holanda firmé contrató con mi manager holandés, Rob Groen. El fue el hacedor del lanzamiento de mi carrera en Europa y en USA”. Sebastián se presentó en las salas más importantes de Hungría, Alemania, Italia, y México, y en Estados unidos, Bélgica, Ucrania, Austria, Brasil, Paraguay, Uruguay, y Chile. “De repente estaba sentado en medio de una orquesta formada por tipos de 50 años, todos capos… y no lo podía creer”.






Cada concierto, una preparación especial


Sebastián nos cuenta que la preparación de cada obra lleva mucho tiempo porque “tenés que hacerla parte de tu sangre y es un proceso que no podes acelerar”. Y recuerda que una vez le encargaron que preparar en seis semanas una obra dificilísima para tocar en el Colón, con la sinfónica Nacional y con la interpretación en danza de Julio Bocca y Eleonora Cassano.


Igualmente, cada concierto es diferente para él. Cuando le preguntamos si había dado algún concierto que le gustó más que otros y nos contestó que “no puedo decir uno solo porque es como que si me preguntaran a qué hijo quiero más“. Además se sigue poniendo nervioso en cada concierto: “siempre digo: ‘ojalá que el ángel que me acompaña en esta inspiración desde que soy chico, me siga acompañando hoy también’”.






Un historia de amor a distancia


Sin embargo, aunque pasaba largas temporada fuera de la Argentina, siempre volvía a su país. Y fue en una de sus presentaciones en la Argentina donde conoció a Verónica Díaz Ortiz, su mujer.


En el 2001, Verónica organizó un evento en Mendoza que se llamó: “Música clásica por los caminos del vino”. Especialmente para ese evento, llevó a la Sinfónica Nacional, con Calderón y lograron juntar 10.000 personas. También trajeron muchos músicos del exterior. “Justamente yo estaba en Holanda y ella quería traer a un pianista argentino. Me rastrearon y se comunicaron con mi manager. Me resultó divertida la forma en que ella se acercó y empezamos a hablar por Internet. Hasta que vine al evento y nos conocimos en Mendoza. ¿Fue amor a primera vista? Si, de hecho, nos conocimos en febrero y nos casamos en agosto de ese mismo año. Además ambos estábamos en pareja hacía mucho tiempo, sin embargo dije: ‘esta es la mujer de mi vida. Ella se dedica a full a todo lo que tiene que ver con las Relaciones Públicas. Ahora viene conmigo al viaje; es mi media naranja en todo”.






¿Cómo ves la relación entre los jóvenes argentinos con la música clásica?


- El tema es que existe un problema comunicacional. Yo creo que cada país tiene sus virtudes y sus defectos y que no existen países mejores que otros. Tal vez en la Argentina no hay un exceso de conocimiento en este campo pero si hay una espontaneidad que los austríacos, por ejemplo, no la tienen. Simplemente habría que dar un empujoncito y ese compromiso debería ser de todos. Los políticos deberían tomar conciencia y entender que mucha de la gente que está mal y sin un marco de contención puede tener un infinito campo de alegría espiritual que puede ayudar, incluso, a que les de fuerzas para hacer otras cosas. Es infinito lo que se puede hacer con la música clásica ya que mejora la calidad de vida. Hay que desterrar ese cliché de que la música es sólo para la gente que entiende.






¿Alguna vez pensaste en irte a vivir afuera?


- Mi casa muchas veces fue el avión. Y ahora, si bien tengo mi familia formada acá, mi cabeza está en el mundo. Mi idea es poner el pie de repente en Europa o USA pero simplemente para estar más cerca; es sólo por una cuestión operativa.






¿Qué pasa si tu hijo te dice que quiere ser pianista?


- Yo quiero que sea feliz. Si el es feliz pidiéndome eso, yo me voy a morir de felicidad. Pero ni loco le voy a imponer nada. Igualmente, por la forma en que él vive todos los días va a tener una sensibilidad especial, aunque tal vez me tira el piano por la cabeza! Mi deseo es que sea una persona sensible, de bien y feliz y si la música le brinda eso, festejamos todo.






I Festival de Piano “Blanco y Negro Buenos Aires”


La misión de las productoras de este evento, Verónica Díaz Ortiz y Cecilia Sagasti es descubrir, promover y apoyar a los grandes maestros del teclado para volver a descubrir el repertorio inusual que provee a las audiencias una experiencia musical única. También, para construir audiencias del futuro y ayudar a asegurar la misma existencia de la música clásica.


Sebastián nos comenta que tuvieron varias ideas. En un principio pensaron en hacer un concierto aislado en el Conrad o en el Malba. Luego de pensarlo mucho decidieron organizar un festival de piano con artistas argentinos y extranjeros. “Además, la idea es apuntar no sólo a la gente que va a los conservatorios o que tiene el abono del Colón, sino también a los que tienen la asignatura pendiente y dicen: ‘¿qué era el piano? No puedo pagar un abono pero puedo acercarme a uno de estos conciertos’. La idea también es atraer gente joven”.






Por último, Forster agrega que “la idea es hacerlo todos los años y llevarlo a Chile, a Montevideo y al interior”.

Fuente: Mirabaires. Carolina Casares (26/05/2004)

Melan





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